Había una vez una viejecita que todas las noches tenía visita.
Y siempre ofrecía, sin mucho copete, a su buen amigo un cuidado banquete.
Los dos disfrutaban de la compañía. El búho ululaba y el gato dormía.
Pero aquella noche, a la hora acordada, llegó el visitante y…
¡no encontró nada! La vela apagada, la rueca vacía y en la mecedora nadie se mecía.
Ni el búho ululaba, ni el gato dormía.
De pronto…